First Reading: 1 Sm 16:1b, 6–7, 10–13a
Responsorial Psalm: Ps 23:1–3a, 3b–4, 5, 6
Second Reading: Eph 5:8–14
Gospel: Jn 9:1–41 or 9:1, 6–9, 13–17, 34–38
St. Matthew Catholic Church, Arlington, TX
¡Buenos
tardes! Soy el diácono Joseph Moreno. Soy de San Mateo, este es mi hogar. Es
bueno estar de vuelta en casa, especialmente en este momento de incertidumbre.
Sé que muchos de ustedes están asustados en este momento. ¡No tengan miedo!
Estamos siendo inundados con tantos mensajes contradictorios en los medios, con
muchas fuentes diferentes que no siempre coinciden entre sí. Nos vemos
obligados a vivir nuestras vidas de maneras que nos resultan incómodas y
extrañas. A veces parece que la esperanza está dando paso a la oscuridad. Pero
es dentro de la oscuridad que la luz brilla más. Con esta pandemia del
coronavirus viene una elección que cada uno de nosotros debe hacer: ¿viviremos
en la oscuridad y el miedo o en la luz esperanzadora que proviene del
discipulado?
El Evangelio de hoy no es una
historia sobre el miedo, sino sobre el discipulado. "La curación del
hombre nacido ciego [es una historia de] conversión, bautismo y transformación
espiritual". El hombre ciego representa a toda la humanidad, dañado por el
pecado original: nace ciega. Vive en la oscuridad y el miedo. Cuando Jesús se
mancha el barro con los ojos y se lava con agua, el ciego puede comenzar a ver.
La palabra griega usada para frotis (epichrio)
significa ungir. Recuerde a los cristianos que en el bautismo, fueron ungidos
con aceite y lavados con agua, tal como lo fue el ciego en el Evangelio. Cuando
el ciego puede ver y sus ojos están abiertos, puede reconocer al que está
delante de él: Jesucristo, el Mesías. Debido a nuestro bautismo, podemos
proclamar al mismo Jesucristo como el Hijo de Dios, nuestro salvador. Incluso
cuando los fariseos atormentan al hombre que nació ciego, se niega a
retroceder. "Una cosa que sí sé es que estaba ciego y ahora veo". (Juan
9:25) Se convierte en discípulo de Cristo. Al igual que ese hombre, debemos
mantenernos firmes frente a la oposición en el mundo. Debemos ser testigos
radicales de Cristo y ser discípulos. Ese hombre en el Evangelio nació ciego,
en la oscuridad, pero Jesús abrió los ojos y pudo ver la luz. Jesucristo es la
luz del mundo. En el capítulo anterior, Jesús dijo: "El que me sigue no
caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida". (Juan 8:12).
Ese es el camino dado a cada uno de nosotros hoy. Nacimos ciegos en la
oscuridad del pecado original. Ahora, a través del bautismo podemos ver la luz.
¿Seguiremos el camino del discípulo y viviremos a la luz de Cristo donde hay
esperanza? ¿O nos asilaremos en la oscuridad y nos alejaremos de Cristo con
miedo?
Cuando caminamos como discípulos de
Cristo, en la luz, podemos ver el mundo más claramente. Podemos ver la
enfermedad no solo como una tragedia, sino como una expresión de los límites de
este mundo y una participación en la Pasión de Jesucristo. Podemos ver que la Iglesia
no es solo una institución social, sino que es la voz y la presencia de Cristo
resucitado en este mundo que cae en la oscuridad. Podemos ver los sacramentos
que celebramos no como simples rituales antiguos para ser representados, sino
como acciones de Dios mismo que nos rescatan del miedo y la oscuridad que
enfrentamos ahora. Podemos ver la Santa Misa no como una ceremonia para asistir
porque se espera que lo hagamos, sino como el Santo Sacrificio de la Cruz que
nos salva. Podemos ver el cuidado mutuo no como algo que alguien hace para
convertirlos en una "buena persona", sino como el mismo amor abnegado
que Jesús tiene por su Iglesia y por cada uno de nosotros. ¿Nos atrevemos a
tener esperanza y caminar a la luz de Cristo cuando el mundo se oscurece de
miedo?
En
medio de toda la confusión e incertidumbre, nos enfrentamos a una elección
entre la oscuridad del miedo y la luz del discipulado. Podemos caer en el caos
y la desesperación donde el maligno nos quiere. O podemos tomar en serio lo que
Jesús dice en el Evangelio de hoy y sacarle esperanza y consuelo. Podemos
responder como discípulos del Señor resucitado. Cuando vivimos como Jesús nos
enseñó, no necesitamos vivir con miedo. Continuemos nuestras prácticas
cuaresmales de oración, ayuno y limosna. Sea prudente, tome precauciones, pero
no tema. Emmanuel! Dios esta con nosotros. ¡Somos sus discípulos! ¡Vive en la
esperanza!
San José, consuelo de los
afligidos, ruega por nosotros.
San José, Esperanza de los
enfermos, ruega por nosotros.
San José, Protector de la Santa
Iglesia, ruega por nosotros.
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